martes, 23 de agosto de 2011

Terminal de buses en San Salvador, inicio de la búsqueda del sueño americano


Cada día un centenar de salvadoreños aborda varios autobuses en la Terminal de Occidente en San Salvador para iniciar un largo viaje a través de Guatemala y México, hacia la frontera estadounidense, en una peligrosa travesía en busca del sueño americano que -todos saben- puede costarles la vida.
Cuando la luz del alba aún no asoma, aún encendidas las luces de neón, las siluetas de hombres con mochilas al hombro aparecen en las calles cercanas a la terminal, donde operan cuatro líneas de autobuses que viajan a Guatemala, a la zona de la frontera con México.
Sigilosos, con rostro de desconfianza, usando gorras y vistiendo pantalones vaqueros y zapatos deportivos, los emigrantes se acercan a la caseta de venta de boletos para un autobús que a las cinco de la mañana emprende su camino hacia Tecún Uman, la ciudad guatemalteca fronteriza con México en Tapachula.
En la terminal, los viajeros hablan poco; unos son comerciantes guatemaltecos que regresan a su país y se confunden con los salvadoreños que pagan su boleto hasta Tecun Uman y otros hasta la capital guatemalteca.
"Generalmente los que pagan el boleto a Tecun Uman se sabe que son los que van de mojados (indocumentados) para el norte (a Estados Unidos), algunos vienen en pequeños grupos, otros van solos porque ya conocen el camino y tienen huevos para hacerlo", comentó a la AFP Manuel Murillo, un cambista de moneda.
Murillo se gana la vida cambiando pesos mexicanos y quetzales guatemaltcos. Desde la madrugada permanece diariamente en la terminal y dice que tiene entrenado el ojo para detectar a los que van a intentar el sueño americano.
Víctor Alemán, un salvadoreño de 25 años, se acerca a Murillo y le pide que le cambie 50 dólares por pesos mexicanos. Es un ex trabajador de una maquila que dice con desconfianza que va para México -sin precisar el lugar- pues un amigo suyo le ha prometido un empleo.
"En México espero trabajar un par de meses y de ahí me regreso", dice Alemán a la AFP. Sin embargo, de inmediato dispara una reveladora frase: "si me animo me salto para Estados Unidos, aquí está jodida la situación".
Con Alemán van otros cuatro hombres casi de su misma edad que, cabizbajos, suben al autobús de la empresa El Cóndor.
Sentado en una banca está otro hombre que espera a un amigo que viajará junto a él. Es Arturo Montano, de 33 años, quien ha permanecido desempleado durante un semestre.
"Ya me cansé de que no sale ningún trabajo", dice Montano a la AFP, sosteniendo entre sus manos el boleto de autobús que lo llevará a la capital de Guatemala, donde espera abordar otro autobús hasta la frontera con México.
"Es difícil decir que uno toma camino para ver si afuera, en otro país, logra hacer su vida, es arriesgado pero no hay de otra", dice el hombre, mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
Cuenta que tiene un familiar que reside en Los Angeles que le envió dinero para que emprendiera el viaje para tratar de ingresar en forma ilega a Estados Unidos, a intentar suerte.
Al igual que Alemán y Montano, un centenar de salvadoreños emprenden a diario esta arriesgada travesía: unos lo logran, otros son detenidos en el camino y devueltos al país.
Los menos afortunados sufren accidentes o son secuestrados o asaltados, incluso pierden la vida. Como ocurrió en agosto de 2010 en la masacre en Tamaulipas, donde 72 migrantes, entre ellos 13 salvadoreños, fueron asesinados por el cartel de Los Zetas.

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